Algo Que Resaltar

Los árboles no necesitan a los hombres... Tiremos árboles y dejemos libros que hablen del hombre... O, en su defecto, un montón de chatarra ...

lunes, 6 de abril de 2009

2 MUERTES, 2


No tener conexión en casa puede ser una verdadera fregadera. No importa cuántas cosas se te ocurra postear, has de esperar hasta que abra un café o te des tiempo de caerle a un cuate con tales ventajas. El dibujito se me ocurrió mientras ansiaba ver ese video. Hasta el nombre le puse a la bataca, para que no haya confusiones.


Esa es la primera muerte y vamos a darle a esa:


Ayer se cumplieron 17 años de que Kurt Cobain se metiera una sobredosis de plomo o de que su mujer se la metiera; hay por ahí un conocido reportaje que asegura esta última hipótesis y hasta la documenta de manera creíble. Pero quién sabe, lo cierto es lo de siempre: la historia la escriben los ganadores, mínimo los supervivientes y hasta hoy la versión oficial dice suicidio y hay quienes la defienden grueso. Poppy Z. Britte, la autora de La música de los vampiros, al parecer sacó todo un libro donde defiende a la Courtney Love; quiero creer que por algo será, aunque con la Poppy nunca se sabe. Yo no sé qué le pasó, pero de un tiempo para acá, después del librito vampírico ya ni una sola de sus cosas me ha gustado; como que se le acabó la autocrítica o le ganó la autocomplacencia. Vaya, ni su libro de asesinos seriales (traducido como El arte más íntimo y creo que una de las últimas cosas traducidas) logró hacerla.


Pero bueno, esto es sobre Kurt. Haya muerto como haya muerto, creo que a pocos rockeros extraño tanto como a él, aunque en vestimenta a mí me diera más la onda de Pearl Jam (hace ya un buen tiempo), lo cierto es que nada se compara a Nirvana y a sus producciones, a esa manera de lanzar netas en un lenguaje medio incoherente que sus acordes terminaban por darle sentido.


Nirvana era la neta, Kurt lo era; porque aunque el de Foo Fighters se esfuerza, nomás nada o cuando menos a mí no me toca.


Supongo que a mí aún me tocó eso: la era de los grandes héroes, de los grandes rebeldes. En estos días, con tanta estrellita prefabricada, las nuevas juventudes creo que jamás sabrán lo que es un héroe.


Lo que nos lleva a la segunda muerte:


Isaac Asimov se fue hace quince años y, sin embargo, nuevos escritores no dejan en paz sus universos y acrecentan el volumen de la fundación y de los robots y yo qué sé qué más.


Asimov no me parece un héroe. Es más, tampoco escribía sobre héroes, yo lo habría leído más si escribiera westerns, porque eso me gustaba cuando chavo. Pero lo leí y consiguió pegarme aunque fueran las extrañas aventuras del cerebro lógico contra las amenazas comprensibles. De hecho hubo un cuento que estuvo a punto de ser lo último que leyera, creo que se llamaba Los últimos días de Multivac, donde, no sé sin sin querer quieriendo, Asimov hacía un canto de intolerancia y repulsividad hacia el socialismo, o al menos así lo entendí yo: la utopía humana, supervisada por Multivac, se venía abajo gracias a un movimiento de rebeldes sin causa que tras joder a Multivac, descubren que no hay nada más allá y se quedan anonadados tras matar a la gallina de los huevos de oro.


Así de terrible como se oye, así fue mi experiencia; si el libro hubiera sido mío, les juro que lo rompo, lo quemo, pero era prestado. En la adaptación al cine de Yo robot (de Proyas), me pareció que de alguna manera integraron ese relato, aunque justificado en el más puro complejo de Frankenstein. Me pareció, pero no estoy seguro porque durante un buen rato me negué a leer más de sus ficciones; sólo de sus ficciones. Desde que una maestra me recomendara Introducción a la Ciencia, creo que no paré de leer al Asimov divulgador. Todo un maestro, alguien que podía enseñarte de física cuántica y mecánica celeste como si explicara matemáticas con peras y manzanas. Asimov, además, hasta aquí en México, siempre tuvo fans irredentos; alguien me vio con un libro y sugirió ficciones y recaí y no me arrepiento.


Vale la pena leer a Asimov, vale la pena recordarlo cada día y más hoy, en su aniversario de muerte. Vale la pena porque su vida fue un ejemplo de otro tipo de heroísmo: no cualquier idiota publica en vida más de quinientos libros, no cualquier idiota escribe con maestría de los temas más opuestos.


Dije que Asimov no me parecía un héroe y lo sostengo; pero era quizá el último de una sub especie (o sobre especie, mejor dicho) del ser humano hoy en vías de extinción: la del hombre de sabiduría universal, la del sabio.


Dos muertes, dos. Dos grandes pérdidas para un mundo que cada vez usa menos el cerebro y el alma y a cambio se contenta con comprar cuanta porquería le ofrezcan como sucedáneo de la felicidad.


Dos muertes, dos. De genuinos antizombys. De hombres que seguirán vivos en nuestra memoria, a pesar de estar muertos.


Y si pueden, gocen más, antes de volver.


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