La llaman psicología y aunque aseguran que es una ciencia, yo no estoy convencido, aunque de cuando en cuando, como este día, tal idea parece escupirme en la cara.
Aseguré que nunca haría un blog y aquí estoy en plena caída a lo largo y alto de mi necedad.
La culpa, han de saber, la tienen los zombys, ellos solitos, sin ayuda de nadie. Hablo, para los despistados, de mi artículo en La Langosta Se Ha Posteado y del efecto colateral que participar en ella tuvo.
Y como en ese blogzine sólo se publica lo que Porcayo aprueba, he decidido abrir mi propio espacio, para soltarme a gusto en todo lo que no le va demasiado bien a los langosteros.
No quiero empezar a prometer cosas que jamás haré, ni llenar de publicidad esta pantalla, sólo afirmo que hay muchas cosas con las que me ando peleando, con las que ando coqueteando, e incluso, cosas que apenas descubro de este laberinto de conexiones entre computadoras.
Éste, pues, es mi palacio de excesos, al que desde ya, son bienvenidos y como diría Drácula:
"Entren libremente y dejen un poco de la alegría que traen consigo".
Si pueden, gocen antes de volver.
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